Habana Babilonia o prostitutas en La Habana
Por AMIR VALLE
GÉNESIS
““Uno de los siete ángeles que tenÃan las siete copas, vino y me dijo: “Ven, te voy a mostrar el castigo de la gran prostituta que está sentada
sobre las aguas. (…) Allà vi una mujer montada en un monstruo rojo, el cual estaba cubierto de nombres ofensivos para Dios y tenÃa siete cabezas y diez
cuernos. Aquella mujer iba vestida con ropa de colores púrpura y rojo, y estaba adornada con oro, piedras preciosas y perlas. TenÃa en la mano una copa
llena de cosas odiosas y de la impureza de sus inmoralidades sexuales…�
Apocalipsis 17
“Las putas son esas hijas del Maligno que nos hacen gozar placeres innombrables sobre una cama�, me dijo hace unos
años un amigo católico que confesaba sentirse tentado a todas horas por ese lado oscuro del Mal. Entonces se iba a un burdel
clandestino en La Habana Vieja de 1990, pecaba y, me dijo, “luego rezo una montaña de padrenuestros y un rosario de
avemarÃas y me siento limpio conmigo y con Diosâ€�.
“¿Una puta es sólo eso?â€�, me preguntaba entonces a mà mismo y recurrÃa a mi experiencia en aquellos eventos
culturales donde algunos de mis amigos, o yo, nos metÃamos con alguna mujer en una de las habitaciones del hotel que servÃa de
sede y, para usar las palabras de mi amigo católico, “gozábamos de placeres innombrables� que terminaban ocasionalmente
en enfermedades de transmisión sexual por suerte fácilmente combatibles para la medicina cubana.
También de golpe recordé aquel dÃa en que Daniel, un amigo mexicano, luego de una suprema borrachera en un bar de
Garibaldi, en pleno DF, me invitó a un “tour sexual�. Cuando llegamos eran las doce y diez de la noche y las aceras estaban
llenas de mujeres tetonas, bellas, rubias, flacas, culonas, todas casi desnudas. Daniel bajó el cristal del carro y una cara de grandes
cachetes coloreados y con un olor repugnante a perfume barato me dijo en sólo unos segundos: “mamada francesa cincuenta
pesos, clavada turca setenta, una hora a la cubana cien pesos, si te gusta el dedo en el culo o que te meta un consolador son ciento
cincuenta y un cuadro con nosotras tres y ustedes dos son trescientos pesos�. Miré a Daniel y le dije: ¡vamos! y Daniel
arrancó. Por el retrovisor vi a la muchacha atacando a otro carro que habÃa parqueado a unos metros. La imaginé recitándole
el menú que tenÃa para esa noche y le dije a Daniel: ¡para aquÃ, compadre!. Me bajé y vomité la cerveza, el pavo asado
que habÃamos pedido, trozos de aceitunas y el asco por la vida de aquella mujer.
Siempre me llamó la atención un detalle: no podÃa recordar claramente el rostro de ninguna de aquellas amantes de ocasión.
Sólo recordaba sus nalgas prominentes (detalle casi normal en las cubanas), la oscura turgencia de sus pezones, la loma abultada y
negrÃsima de su monte de Venus.
Una puta, entonces, era eso: partes apetecibles, lujuriosamente apetecibles, de una mujer sin rostro que se ocupaba de darnos un
placer a veces prohibido por la moral, a veces clandestinamente necesario para vaciar viejas frustraciones matrimoniales, a veces
público para acrecentar la hombrÃa. En algunos casos extremos, según conversaciones con mis amigos de correrÃas
intelectuales, la definición de una puta se reducÃa a detalles tan increÃbles como una mancha en el seno raramente parecida a un
continente, un maullido estridente al ser penetrada, el cabello increÃblemente lacio y rojo de un pubis o una cicatriz horrible
atravesando una nalga desinflada.
Por eso me sentà extraño cuando descubrà que la jinetera de belleza proverbial, casi mÃtica, de la que me habÃan hablado
varias veces; la muchacha con ademanes de reina, caminar de reina, vestidos de reina y voz de diosa que oÃa mencionar en casi
todos los hoteles que frecuentaba; era una vieja amiga.
Para ser más exactos: aquella muchacha ahora codiciada por todos habÃa sido la primera novia oficial de uno de mis amigos
más cercanos.
TendrÃa que empezar diciendo tres cosas: La primera, que en Cuba se le llama jinetera a la mujer (generalmente de edades que
oscilan entre los 13 y los 30 años) que vende su cuerpo al turista a cambio de dinero. Viene siendo una versión tropical,
caribeña y cubana de la prostituta de otros paÃses y la palabra proviene de la inventiva natural del cubano y su sentido del
humor: durante las guerras de liberación contra el dominio colonial español (1868-1878, 1895-1898) los mambises cubanos se
lanzaban contra los batallones de soldados españoles en ataques de caballerÃa para ganar la batalla a filo de machete; en la Cuba
de la década del 90, las mujeres cubanas se lanzan contra los turistas (al principio España tuvo un predominio absoluto en el
envÃo de turismo a nuestra isla) para ganarse la vida con sus antiquÃsimas artes del placer, tan eficaces para la victoria como el
filo de cualquier machete mambÃ. Los mambises eran jinetes que luchaban por su libertad. Ellas, hoy, dicen los bromistas
cubanos, son jineteras que aspiran a la libertad que ofrece el poder del dólar.
La segunda, que aunque todos los cubanos conocen del fenómeno, llámese prostitución o jineterismo, muy pocos pueden dar
testimonios reales de las leyes internas de un fenómeno que adquiere caracterÃsticas propias en una isla donde el comercio del
cuerpo de la mujer fue eliminado casi totalmente con el triunfo revolucionario de 1959. Además de los proxenetas, muchachas y
otras personas dedicadas de alguna u otra forma al negocio de la prostitución en el bajo mundo nocturno de Cuba, sólo los
cubanos que trabajan en las instalaciones turÃsticas de la isla se enfrentan diariamente a nuevas experiencias en este fenómeno
social. A partir de 1991 comencé a trabajar en la Agencia Publicitaria del hoy conocido Grupo Cubanacán S.A, por entonces la
Corporación de Turismo más importante del paÃs. De ahà mis vivencias.
La tercera, que creo en las coincidencias y las casualidades: en el momento justo en que comenzaba a interesarme el tema de la
prostitución como material para un posible libro, apareció ella que, por añadidura, estaba endiosada en mi recuerdo como la
primera mujer y el gran amor de la vida de mi amigo, muerto de leucemia años después. Un ángel con el que una vez soñó
tener una familia, un hijo y envejecer.
SeguÃa teniendo los ojos más tiernos del universo. Una mirada de animalillo indefenso que provocaba en quien la miraba un
instinto paternal de protección casi sobrehumano. VestÃa una saya corta que apenas terminaba en la punta de sus nalgas y una
blusa transparente, negra, que cubrÃa un busto aún perfecto.
La voz de mi amigo me llegaba desde algún rincón perdido del cerebro:“Siempre la recuerdo desnuda. TenÃa quince
años y estaba desnuda.
Cuando la penetré, sentà que todas las luces del mundo giraban alrededor nuestro, que flotábamos sobre una nube de una
suavidad exquisita, envueltos por un olor dulce y mágico que nacÃa de nuestros cuerposâ€�.
Ahora estaba allÃ, sentada en la cafeterÃa del aeropuerto internacional José MartÃ, entre los que esperábamos el vuelo de
Cubana de Aviación hacia Ciudad México. Tras un destello de ternura en su mirada, sentà el cambio hacia una agresividad rÃ
spida, hiriente, ajena. Una seña de su mano y un hombre bajito, de traje oscuro y corbata de colores, se colocó a sus espaldas
mientras yo me acercaba.
-- ¿Qué desea el señor? -- preguntó el hombre, evidentemente un guardaespaldas.
-- La señorita me conoce – respondÃ, mirándola a los ojos --. Sólo quiero saludarla.
Otro gesto de su mano y el hombre que se aparta y va a sentarse a una de las banquetas, en una esquina del mostrador, siempre
mirándome, sigiloso, desconfiado.
-- Susimil, cará – dije entonces en voz baja --. Ya ves que quince años pasan volando…
-- Me llamo Loretta – dijo y tomó un sorbo de su copa. “Champán�, pensé, antes de escucharla --. Para más
detalles:… Loretta, La Faraona, El Culo más Espectacular de La Habana, niño… y no tengo pasado, no lo olvides.
Cinco años de trabajo aparecen en las páginas de este libro. Cinco años de investigaciones en viejos documentos,
búsquedas de eslabones de una cadena que empezaba en un nombre de mujer y que me fue llevando a otras jineteras, a otros
proxenetas, a policÃas corruptos, trabajadores de turismo y agentes de seguridad turÃstica “que se hacÃan los ciegosâ€� ante
el fenómeno, taxistas, burdeles clandestinos, el arte publicitario al servicio del mercado del sexo, el tráfico de drogas, el sexo con
animales, la prostitución infantil.
Cinco años para descubrir que existÃa un mundo oscuro en la Cuba nocturna de fin de siglo que se regÃa por sus propias
leyes y que parecÃa rezar un Padrenuestro eterno a la memoria del Marqués de Sade.
Poco se ha escrito sobre el tema en Cuba: “El Caso Sandraâ€�, sonado artÃculo del periodista y escritor Luis Manuel GarcÃ
a Méndez, hoy en el extranjero, publicado en la revista juvenil “Somos Jóvenes�; el folleto Flores desechables, de la
periodista Rosa Miriam Elizalde, que...
siguiente página