Juan Cueto. Ex-cuetos. Miami:
Ediciones Universal, 2002. 157
páginas.
Luis González Cruz


Ex-cuetos es uno de esos libros sinceros donde, entre otras virtudes,
se expresan verdades que asombrarán al lector por su audacia y por
la gracia con que están formuladas. Con un tono mordaz, irónico,
Juan Cueto llega a cuestionar al mismo Dios en un diálogo que el
protagonista del relato entabla con el Ser Supremo durante una
entrevista (más bien imprecación) en la cual lo acusa de las
imperfecciones de la creación y del absurdo de las revelaciones
religiosas que nunca llegan a ser diáfanas o totalmente creíbles.
También asombran las narraciones por la variedad y la rareza de sus
temas y por los sorpresivos desenlaces. Una cita de "Las partes", de
Virgilio Piñera, antecede el primer cuento del libro: una descarnada
burla del afán de persistencia de una bailarina de ballet que a pesar
de sus disjecta membra continúa su carrera profesional hasta el
momento mismo de la muerte, alusión bien clara al enfermizo afán de
perduración de la bailarina cubana Alicia Alonso. La carcajada en
muchos casos es inevitable: aquí, por ejemplo, después de perder
una pierna, la virtuosa se ve obligada a bailar ballets compuestos sólo
para ella "a una pierna", entre los cuales figuran "Rara Avis" y "El
Cisne de Chernobill" (pudiéramos pensar en un cisne mutante que ha
nacido con una sola pata, a consecuencia de las radiaciones atómicas
desencadenadas durante el accidente de la planta nuclear de
Chernobill).
Pero téngase en cuenta que Cueto ni imita ni repite: lo que impera es
un aire de época, un efluvio que ha tocado, en mayor o menor grado,
a casi todos los escritores cubanos que han surgido después de
Piñera.

No encontramos la sombra de Piñera, sin embargo, sólo en la
referida cita, sino también en el modo de contar y en la buena dosis
de absurdo que prevalece en muchas de estas historias. En las
páginas de Ex-cuetos nos tropezamos con cuentos que corroborarán
nuestro aserto: el de un viajero que narra su rara y malograda visita a
una isla griega (hecho real, según apunta el autor, pero no por eso
menos disparatado); el del primer pecado carnal de un hombre que, al
confesarlo, en vez de reprobación por parte del cura, recibe de éste
consejos para que la próxima vez disfrute más de la caída,
realizando el acto de modo más "normal", "cómodo" e "íntimo"; el
del encierro de un viejo en la sepultura de ladrillos que lo va
confinando; el del banquete de un grupo de turistas en una aldea de
caníbales; o aquél en el que se especula sobre la "teoría binaria".
En "Feliz cumpleaños", Cueto concibe una solución utópica a los
problemas de superpoblación: con ella elimina las dificultades que
acarrea la vejez y reduce el consumo de los recursos naturales que
poco a poco el hombre va desgastando.

Debe aclararse que a pesar de la anotada influencia de Virgilio
Piñera, y otras menos ostensibles, como las de Poe o Borges, lo más
encomiable (aunque parezca contradictorio) en la narrativa de Cueto
es su originalidad. Pensamos no sólo en los relatos hasta ahora
considerados, sino en otros que se apartan de la tónica que venimos
señalando. El tema cubano de la salida del país está tratado de
modos diversos y siempre novedosos. En "La salida", se recrea todo el
proceso de tramitación de documentos, la presión ejercida sobre el
futuro viajero por la sobrecogedora burocracia y el inevitable inventario
de bienes personales que preceden la salida autorizada del país,
para terminar con un imprevisto desenlace.

En "Otros titulares", aun las prótesis que permiten la locomoción a los
inválidos se convierten en implementos para facilitar la escapatoria
por mar. En "La verdadera historia de Juan Cabrera", la salida de Cuba
se torna pura chacota cuando el marido, al descubrir que el
lesbianismo de su esposa (quien se exilió mucho antes que él) se ha
convertido en vox populi en Miami, se lanza al éxodo para tomar
cartas en el asunto. En esta historia, que podría definirse como una
gran carnavalada, el final lleva a los protagonistas a rumbear en la
Calle 8 para terminar en la Ermita de la Caridad. Las referencias
populacheras incluyen no sólo lugares frecuentados por la colonia
cubana, sino también hábitos de esta gente y hasta fragmentos de
un bolero; en alta mar, en un momento en que el balsero Juan piensa
en la muerte, leemos: "Las nubes anticiparon la noche. Juan pensó:
-Sólo eso me faltaba: que se quede el infinito sin estrellas. Y
efectivamente así fue. Mas no por eso perdió el ancho mar su
inmensidad". Semejantes inserciones contribuyen al tono festivo
general del relato.

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Mata de plátano, Tomás Fundora