Continuación
Tampoco Elizabeth ofreció un modelo que pudiera ayudar a su hija a conseguir sus metas. Es posible que esta madre estuviera
contenta con su vida; por lo menos, no habÃa nada en el relato que indicara lo contrario. Desempeñó el papel esperado de
una mujer de su clase y su ambiente cultural. Es evidente, por eso, que no podÃa aconsejar a una hija con ambiciones a hacerse
bailarina y no tener hijos, a casarse.
Beatriz es, en un sentido irónico, el caso más triste de una madre inepta. Ella fue miembro de la clase media pero querÃa
más. AsÃ, su ex-esposo Eusebio Beltrán la habÃa atraÃdo por ser de una familia agrÃcola adinerada. ImplÃcitamente se
puede concluir que de buenas ganas ella habÃa hecho el papel tÃpico de la mujer de clase alta clase en una sociedad patriarcal.
Resultó, sin embargo, que Eusebio era un soñador cuyos proyectos siempre fracasaron, al menos durante su matrimonio con
ella. Beatriz no podÃa remediar esta situación: o no era capaz o no querÃa trabajar por sà misma al ser abandonada por él.
Desplazamiento de las madres.
En vista de la falta o la ineficacia de la comunicación entre estas madres e hijas, ¿habÃa alguien que llenara este vacÃo? En
La "flor de lis" la situación es ambigua, lo que no debe sorprender ya que el argumento está tramitado en una época todavÃa
muy tradicional, los años 40 y 50. Al principio, parecÃa que un sacerdote, el ya mencionado Padre Teufel, fuese a tener más
influencia sobre Mariana que su madre. Y es de señalar que es una de las figuras de más categorÃa en una sociedad patriarcal.
No obstante, serÃa erróneo concluir que fuera el tÃpico eclesiástico ya que su ambición fue la de despertar a las jóvenes y
especialmente a Mariana, a quien llamó Blanca, a sus obligaciones con la sociedad y consigo mismas. De acuerdo con este
propósito, les dijo que habÃa venido para "...salvarla [a la gente joven] de su medio, de la parálisis social a la que confinan,...a
darle fe en sà misma, hacerla vivir, como tú, Blanca... (251). Al mismo tiempo, le dio un mensaje social: "Reconoce el pecado y
redÃmelo...sálvate con los demás,...los que hacen manifestaciones, la llamada masa anónima, atrévete a ser anónima, anda
atrévete a caminar en la multitud entre los pelados como ustedes los llaman, aviéntate, rompe el orden establecido (mi
énfasis). Unete a ellos aunque te rechacen!" (ibid).
Este consejo resulta demasiado fuerte para Mariana quien grita, "Mamá, mamá, no me dejes, mamá, ven por mÃ" (ibid).
Ella está tan confusa porque el sacerdote antes le "amaba por lo que era" (252). En este perÃodo de su vida no era capaz de
cambiar, como se ve a continuación: "Nunca me quiso, puesto que no me acepta, mamá, mamá..." (252). TodavÃa era
demasiado joven para dejar esa relación de dependencia filial de una madre cuya herencia fue la de "la vaguedad y de lo
intangible". (259) Sin embargo, Mariana cuestiona la herencia femenina de esta forma: "¿Es ésta la herencia, abuela, bisabuela,
tatarabuela, es éste el regalo que me dejaron además de sus imágenes en el espejo, sus gestos inconclusos (el subrayado es
mÃo). No puedo con sus gestos fallidos, su desidia, su frustración". (ibid)
En el caso de MarÃa de los Angeles es el padre, Don Fabiano, que intenta dirigir o mejor dicho, controlar la vida de su hija. En
vez de hablar directamente con ella, comenta con la Reverenda Madre sobre la situación de aquélla. Después de que MarÃ
a de los Angeles se casa, las cartas sobre el bienestar de su hija, desde la perspectiva patriarcal, también pasan entre él y su
yerno. En una de las cartas a la monja después del casamiento, Don Fabiano declara que "[l]as niñas son siempre un consuelo
y una mujer educada, de intelecto pulido, es la joya más preciosa que un hombre puede guardar en su hogar..." (138, el subrayado
es mÃo). ImplÃcita aquà está la actitud patriarcal que considera a la mujer como posesión: "la joya más preciosa" (ibid).
Pero si hay duda de que sea asÃ, véase la prefiguración patriarcal a través de estas lÃneas escritas por él: "Nuestra
desgracia está en haber tenido una hija y no un hijo, que hubiese sabido atender nuestro capital y nuestro nombre" (137-38). Por
eso, la única alternativa fue casar a su hija con un hombre que pudiera desempeñar las responsabilidades de un hijo. Lo más
significativo de la actitud patriarcal se revela en su declaración a la Reverenda Madre después de la muerte de MarÃa de los
Angeles. En esta carta escribe: "Pero Dios en su misericordia divina siempre hace justica, y nos dejó el querubÃn para que
llenáramos el hueco de ingratitud que nos dejó [MarÃa de los Angeles] en el corazón" (168). Queda patente que él acusa a
su hija por su "ingratitud" y no acepta responsabilidad alguna por lo ocurrido.
En De amor y de sombra, en vez de la madre, es el padre quien ocupa un lugar significativo aún en ausencia. No cabe duda de
que Irene querÃa a su padre a pesar de los defectos que vio en él:
“ ...para ella el centro del universo siguió siendo su padre. ConocÃa sus virtudes y sus grandes defectos. Lo sorprendió
en innumerables traiciones y mentiras, lo vio cobarde y perdedor, notó cuando seguÃa con ojos de perro en celo a otras
mujeres. No cultivaba ilusión respecto a él, pero lo amaba profundamente. (163-64)
Al contrario de la situación usual, fue él quien le explicó las relaciones sexuales que resultarán en hijos, además de
comprarle su primer sostén, sus primeras medias de nilón y zapatos con tacones altos. Irene admiró su generosidad, y tal
vez, por eso, sugirió a su madre que abriera las puertas a los ancianos. De mucha más influencia que su padre fue su novio,
Francisco, quien la ayudó a comprender la gravedad de la situación polÃtica en su paÃs y trabajar para descubrir a los
culpables de los asesinatos.
Ambiciones o metas de las hijas.
Para examinar las ambiciones o metas de Mariana, MarÃa de los Angeles, e Irene es necesario recordar el marco histórico.
Como ya he anotado, La "flor de lis" abarca el perÃodo durante la Segunda Guerra Mundial y la década que la siguió.
TodavÃa las mujeres de la clase alta en paÃses como México, que no participaron directamente en la guerra, mantenÃan
valores y modos de vivir tradicionales. Las hijas, por lo general, seguÃan la pauta materna; a saber, se casaban y tenÃan hijos y
disfrutaban de una vida social. Lo que Poniatowska hizo en esta novela escrita en 1957, según ella explica en una entrevista con
Agnes Dimitriou, es reproducir esos años. Pero lo que transforma la novela de cuasi- historia a ficción que describÃa la
realidad y no simplemente lo rea, fue su modo de sugerir que, a pesar de todo, fue un perÃodo de transición cultural. La
ambición de Mariana, la hija, es principalmente la de autorrealización pero es un proceso que se dificultaba por el hecho de ser
una francesa trasladada de ParÃs a la ciudad de México. Por eso, no sólo era cuestión de enfrentarse con los problemas de
cualquier adolescente sino la de buscar su identidad como mexicana. En realidad, esta intención no se aclara hasta la última
página de la novela, que se cita a continuación:
“Mi paÃs es esta banca de piedra desde la cual miro el mediodÃa, mi paÃs es esta lentitud al sol, mi paÃs es la campana
a la hora de la elevación, la fuente de las ranitas frente al Colegio de Niñas, mi paÃs es la emoción violenta, mi paÃs es el
grito que ahogo al decir Luz, mi paÃs es Luz, el amor de Luz. '¡Cuidado!', es la tentación que reprimo de Luz, mi paÃs es el
tamal que ahora mismo voy a ir a traer a la calle de Huichapan número 17, a la FLOR DE LIS. 'De chile verde", diré: "Uno de
chile verde con pollo".
“No sé dónde poner los ojos... ¿Cuántas horas estamos solas mirando por la ventanilla, mamá? Es entonces
cuando te pregunto, mamá, mi madre, mi corazón, mi madre, mi corazón, mi madre, mamá, la tristeza que siento, ¿ésa
dónde la pongo?
¿Dónde, mamá?� (261)
Paradójicamente su madre es a fin de cuentas su guÃa pero no le otorga a Mariana un norte sólido. Al contrario, su madre
es un reflejo de su propia incertidumbre. Pero lo que distingue a Mariana de su madre es que aquélla habÃa emprendido su
búsqueda de autorrealización e identidad personal y nacional cuando muy joven. En cambio, la madre es todavÃa un ser
perdido, cogido en la trampa de la ley patriarcal que impide el desarrollo femenino.
La bella durmiente destaca los años sesenta y setenta en Puerto Rico, una sociedad hÃbrida, especialmente con respecto a la
clase alta que emuló la cultura estadounidense a la vez que mantuvo la tradición hispánica con sus restricciones para las
mujeres. MarÃa de los Angeles rechazó completamente las reglas y costumbres impuestas sobre su clase social y sobre ella por
ser mujer. Su única meta era hacerse bailarina; por lo tanto, se negó a cumplir con las responsabilidades que le tocaron
después de casarse y tener bebé. La totalidad de este rechazo se ve en su negación de bautizar al bebé que no querÃa
tener y de estar involucrada en un amorÃo. Al contrario de Mariana, para quien pudiera existir la posibilidad de conseguir su
meta, terminó trágicamente la vida de MarÃa de los Angeles, asesinada por su marido, cuando la descubrió con su amante.
Sin una madre que pudiera haber mediado con Don Fabiano para que cumpliera su sueño de ser bailarina y posponer su
matrimonio, el único destino para MarÃa de los Angeles fue su muerte temprana.
En cuanto a Irene, cuya historia ocurrió durante los años setenta y ochenta, llegó a tener una relación cariñosa con su
madre sólo después que sufrió heridas de ametralladora casi fatales por su trabajo socio-polÃtico. Si hubiera cumplido con
la ambición de su madre, se habrÃa casado con el oficial militar, pero no querÃa casarse con él después de empezar su
carrera como escritora de una revista y su encuentro con Francisco, el fotógrafo (antes el psicólogo que por razones polÃticas
fue despedido de su profesión ). Fue él quien cambió su vida personal y abrió sus ojos a la realidad polÃtica de su paÃs.
Con la ayuda de Francisco, Irene podÃa romper parcialmente los lazos patriarcales al no casarse con su primer novio, un
capitán (Gustavo Morante); es decir, su casamiento con el capitán probablemente habrÃa resultado en la situación
tradicional de mujer en casa con niños, que apoya a su marido a que se destaque en su carrera profesional.
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